Miquel Raspall Chaure
Servicio de Neurología Infantil, Hospital Universitario Vall dHebron. Barcelona
Introducción
Los paroxismos neurológicos suponen hasta un 5% de todas las consultas a los Servicios de Urgencias pediátricas1 y constituyen, tras las cefaleas, el primer motivo de consulta de causa neurológica en el niño2. Descartados los paroxismos no epilépticos, las urgencias convulsivas pediátricas más habituales incluyen a las convulsiones febriles (CF) y al niño que se presenta con sospecha de una primera crisis epiléptica.
Convulsiones febriles
Las CF son el fenómeno convulsivo más frecuente en la edad pediátrica y afectan al 2-5% de los niños de nuestro medio3. Aunque se han propuesto diferentes
definiciones, la más ampliamente utilizada las define como aquellas crisis que aparecen en niños de entre seis meses y cinco años de edad en el contexto
de una enfermedad febril no atribuible a una infección del SNC y en ausencia de un trastorno metabólico o hidroelectrolítico que las justifique4. Las CF muestran su máxima incidencia entre los 18 y los 24 meses y aparecen habitualmente en relación con infecciones víricas banales. La mayoría de CF son típicas o simples, es decir, breves (< 15 minutos y habitualmente < 5 minutos), generalizadas y no recurren en un mismo episodio febril. Aquellas que no cumplen con alguno de estos criterios son catalogadas de CF atípicas o complejas5. Estas últimas incluyen el status epilepticus febril (SEF), que representa a su vez la causa más frecuente de status epilepticus convulsivo en el niño6.
La relevancia de esta distinción reside en la diferente relación etiopatogénica entre las CF simples y las CF complejas y una ulterior epilepsia, así como en el riesgo de que esta aparezca. Así, suele considerarse a las CF simples como la primera manifestación de una predisposición epiléptica genéticamente determinada que pueda expresarse más adelante en forma de diferentes síndromes epilépticos idiopáticos. De hecho, este antecedente se recoge en hasta un 20% de los niños afectos de diversos síndromes epilépticos idiopáticos focales o generalizados tales como la epilepsia rolándica, el síndrome de Panayiotopoulos, la epilepsia de ausencias infantil o la epilepsia mioclónica juvenil7. En cambio, se ha sugerido que las CF complejas, y especialmente aquellas que se presentan como un SEF, podrían ser responsables directas de la lesión de estructuras mesiales del lóbulo temporal lo que, tras un periodo silente, provocaría la esclerosis temporal mesial y la epilepsia del lóbulo temporal. Es decir, mientras que las CF simples constituirían un marcador de susceptibilidad a presentar diferentes síndromes epilépticos idiopáticos, las CF complejas, y particularmente aquellas prolongadas, podrían determinar per se una lesión cerebral
y jugar un papel patogénico directo en la aparición posterior de la epilepsia del lóbulo temporal8. Sin embargo, los resultados de los estudios que han investigado el carácter de esta asociación, a menudo contradictorios, no han conseguido esclarecer esta cuestión y la han convertido en uno de los aspectos más controvertidos en epileptología9.
Leer artículo completo en formato PDF
FEB