Elena Urrestarazu Bolumburu, César Viteri Torres
Clínica Universidad de Navarra. Pamplona
Introducción
El tratamiento antiepiléptico óptimo es aquel que consigue un control adecuado de las crisis epilépticas del paciente sin presentar efectos adversos, lo que permite a la persona alcanzar su máximo potencial individual y dentro de la sociedad.
Por tanto, el objetivo inicial cuando decidimos tratar a un paciente que sufre crisis epilépticas debe ser el tratamiento óptimo. Para seleccionarlo tendremos en cuenta características dependientes tanto del propio paciente (edad, sexo, comorbilidad, etc.) como del tipo de crisis y síndrome epiléptico que presenta, y de las propiedades del fármaco antiepiléptico (eficacia, propiedades farmacocinéticas y farmacodinámicas y perfil de efectos secundarios).
Actualmente se estima que el primer tratamiento instaurado a una persona con epilepsia no será eficaz en cerca del 50% de los casos1. En estos pacientes será necesario revisar las características clínicas de la enfermedad y del fármaco utilizado para determinar cuál es realmente el tratamiento óptimo.
Una vez alcanzado el tratamiento antiepiléptico adecuado, en la mayoría de los pacientes el tratamiento se mantendrá de forma prolongada, en muchos de ellos de forma indefinida. Sin embargo, con el transcurso del tiempo pueden cambiar las condiciones del paciente, por ejemplo ante la aparición de una nueva enfermedad, y será necesario modificar el tratamiento antiepiléptico para conseguir el tratamiento óptimo en las nuevas condiciones. En estos casos sí se puede hablar propiamente de una optimización del tratamiento preexistente.
A continuación revisaremos la actitud que se debe tomar en las distintas situaciones que requieren una modificación optimización del tratamiento antiepiléptico.
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SEP